Home Columnas De tin marín de do pingüé / La Feria

De tin marín de do pingüé / La Feria

De tin marín de do pingüé / La Feria
0
0

Sr. López

 

La verdad y la política no se llevan bien, diría Hannah Arendt (tal vez la pensadora política -la purgaba que le dijeran filósofa-, más importante de nuestra especie, que allá en el Reino de los Cielos, tiene verdes de envidia a Maquiavelo y Montesquieu).

 

Es cierto. El profesional de la política sabe que mentir es parte del instrumental básico de su oficio. No haga como que se espanta. ¡Uy!

 

Siguiendo con las ideas de doña Anita (no son citas textuales ni referencias, son conceptos a brocha gorda de lecturas añejas, revueltas un poco con reflexiones de don Gustavo Bueno, está usted advertido), hay regímenes de gobierno que pretenden tener la moral (una moral), como fundamento para organizar a la sociedad y resolver sus necesidades; y otras formas de gobierno que se conforman con solo conseguir objetivos políticos prácticos, sobre el cimiento de la igualdad de los ciudadanos, la tolerancia de la pluralidad y la participación de todos en la solución de los asuntos comunes, sociales.

 

Quedamos: unos, los que desde su autoridad moral intentan construir las soluciones que requiere la sociedad; los otros, los que asumen que las soluciones se dan entre todos. De esta manera, los primeros, proponen soluciones desde la moral (su moral), que por definición es indiscutible (ejemplo clásico: la Revolución Francesa); y los segundos, bajo el supuesto de que las respuestas se obtienen de todos, no entregan a nadie el poder total. Los primeros no toleran a la ciudadanía, requieren súbditos; los segundos saben que el “todos”, es la fuente del poder, de ahí su respeto a la ciudadanía. Muy bien.

 

Los primeros, al cimentar todo en la dogmática a que obliga la implantación de una sola moral pública, fatalmente encallan en el autoritarismo, la dictadura o el terror (unos ejemplitos aparte del cortadero de cabezas de Robespierre en Francia: Hitler, Stalin, Mao… Franco; hay más, pero con esos basta para quedar con los pelos de punta).

 

Los segundos, para asegurar en lo posible que todos participen igualitariamente en el diseño social, separan el poder en dos o tres compartimientos para crear equilibrios (principio de separación de poderes, tradicionalmente, Ejecutivo, Legislativo y Judicial), y desconfiando de los posibles arreglos entre poderes, lo vuelven a dividir, creando estados, pequeñas repúblicas, federadas pero soberanas, por si acaso (que fue lo que hicieron los yanquis al independizarse, siguiendo casi del todo a Montesquieu). Este es un sistema que da muchos quebraderos de cabeza, lleno de defectos, que no asegura nada… pero, bueno, en lo que encontramos algo ideal, es el mejor o el menos malo: es preferible equivocarnos entre todos a estar todo a expensas de uno que se puede enamorar del poder y no querer soltarlo o volverse loco de poder; pasa.

 

Lo anterior -contra la docta opinión de doña Anita… creo-, entraña la peligrosa idea de que la democracia directa es la solución de lo público, de todo lo que afecta a la sociedad, sometiendo todo a consulta popular, pues visto está que de eso se obtiene habitualmente, el desorden, la acumulación de opiniones: es imposible que toda la ciudadanía tenga la misma información, asimilada en el mismo grado (por eso la inmensa metida de pata del Brexit: no se debió consultar y ahora la Gran Bretaña está al borde del caos económico por cortesía del hablantín David Cameron).

 

Así, la democracia en el planeta Tierra (este), es indirecta, se van cerniendo las personas hasta lograr que lleguen a los estamentos del poder los mejores (se supone): de jefe de manzana a miembro del cabildo; de alcalde a diputado local o nacional, miembro del senado, gobernador,  jefe de Estado. Cuidado con las fulgurantes estrellas del momento, más cuidado con los liderazgos carismáticos o simplemente bien vendidos electoralmente (ahí preguntan en los EUA sobre el pavoroso caso del Donald).

 

Ya dentro de unos 10 mil años o poco más, todos los seres humanos tendremos la misma formación y buen criterio, mientras: democracia indirecta, poderes separados, elección de representantes. No hay prisa.

 

De regreso a lo de la mentira como herramienta política, ha de aceptarse que el ejercicio de la más cándida veracidad hasta peligroso es en cuestiones públicas. Por supuesto, sin embargo hay una diferencia que importa resaltar: es muy distinto mentir para sacar raja, conservar el orden público o justificar metidas de pata, que mentir para sustituir la verdad.

 

Me explico: la verdad importa y es importante que el político la conozca, aunque luego mienta; lo peligroso es cuando un político, por ansias de dictador, por enfermedad, por la costumbre de mentir o porque tiene el poder total, no le importa más que su verdad y acaba por no saber qué es verdad, cuál es la verdad: no le hace falta.

 

El que miente sabiendo que miente, procura mentir lo indispensable y en todo caso, ajustar su dicho con la realidad, para ser creíble. En tanto que el tirano, el dictador o el líder incuestionablemente popular entre las mayorías, termina queriendo construir una realidad inexistente, ajustada a su dicho, dejando de lado, ignorando o eliminando, todo lo que lo contradiga: información, registros, estadísticas, prensa (don Trump como caso clínico), opositores o subordinados serios, que no engañan ni le dan por su lado al jefe. Ejemplo insoslayable, el delirante Stalin, que ordenaba retocar fotografías para desaparecer de ellas a los que habiendo sido cercanos a él, había despedido o asesinado (así era su modo). Si le interesa el tema, le recomiendo (de Hannah Arendt), “La mentira en política. Reflexiones sobre los Documentos del Pentágono”, en “Crisis de la república”, editado por Taurus. Si le interesa.

 

Igual: las soluciones políticas y las acciones públicas, deben cimentarse en la verdad. Cuando eso no pasa (y en México tenemos unos dos siglos de experiencia), todo está en riesgo, todo queda a la suerte de que el Presidente se equivoque o no y eso es gobernar al de tin marín de do pingüé.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *