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Contrapesos / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor
El periódico Reforma dio a conocer que un grupo de intelectuales y políticos se reunió en torno a la idea de ejercer contrapesos contra los excesos de poder: “Nos preocupa que frente al mínimo disenso con el actual régimen sobrevenga una andanada de linchamiento y persecución”, señaló el gobernador de Chihuahua, Javier Corral. Junto con él los senadores Emilio Álvarez Icaza, Xóchitl Gálvez y las diputadas Martha Tagle y Cecilia Soto. Además Agustín Basave, Luis Donaldo Colosio Riojas, Macario Schettino, Fernando Belaunzarán, Rubén Aguilar y Raúl Trejo Delarbre.
El mencionado grupo refirió que luchará por “la defensa de la división de poderes, el respeto al federalismo y la plena autonomía de órganos constitucionales autónomos, como mecanismos y conquistas ciudadanas en favor de la democracia”. Pensar y organizarse en torno es algo que puede hacer cualquiera al que se le de la gana en este país. Quizás muchos lo piensan y pocos actúan organizadamente en consecuencia. Incluso en las redes sociales a falta de encontrar causes políticos ya se organizan grupos para compartir información e intercambiar opiniones.
Ni tardos ni perezosos los escribidores orgánicos de la 4T salieron a descalificarlos. Detrás de ellos la horda de fanáticos detractores en las redes sociales que, además de los ya conocidos insultos, manifiestan cada vez más abiertamente una conducta sectaria propia de los regímenes fascistas.
Se puede estar de acuerdo en que ese grupo no es necesariamente representativo. Ni son todos lo que están, ni están todos los que son. Ciertamente varios de ellos desde sus respectivas trincheras en el congreso, la prensa escrita y las redes sociales, han manifestado una postura firme contra las expresiones más radicales que apuntan a la conformación de un estado totalitario, un régimen hegemónico y la construcción del pensamiento único que, como dogma de fe, expulsa del paraíso a quienes se atreven a discrepar, disentir o criticar.
Nos enfrentamos ante una multitud que pulula ensordecida contra cualquier razonamiento. Que predica cual fieles feligreses abrazados por el fundamentalismo repetidos argumentos como si se tratara de la tabla de los diez mandamientos, pero el problema no ese. Cada quien esta en su derecho de simpatizar por una causa y defenderla. De construir su verdad absoluta y encontrar en ello la esperanza como aliciente discursivo para transformar la realidad y edificar panaceas.
La grave entelequia que transita nuestra nación puede ir más allá del periodo de gracia, la famosa luna de miel,  del cual goza un gobernante mayoritariamente electo al inicio de su gobierno. El ejercicio del poder desgasta. Hay factores externos y tropiezos internos. Circunstancias fortuitas que pueden modificar el curso de las cosas. No es fácil la tarea de gobernar en un país cuya riqueza radica en su diversidad cultural y política.
Voltaire señalaba que “El imperio que el entusiasmo de un solo hombre ejerce sobre la multitud que le ve o que le oye, el calor que las imaginaciones reunidas se comunican, los movimientos tumultuosos que aumentan la perturbación particular de cada uno, comunican el vértigo general a todos. Basta que un pueblo encantado vaya detrás de algunos impostores, para que la seducción multiplique los prodigios y para que se extravíe todo el mundo”.
Por su parte, Marcel Marceau nos dice que “Uno tiene derecho a ser integrista, a creer profundamente en sus ideas. Pero el fanatismo es peligroso, porque elimina al disidente”. He ahí el sinuoso camino por el que atraviesa nuestro país. El gobierno puede acertar o cometer errores. Pero en un sistema democrático los mecanismos de autoregulación son precisamente los pesos y contrapesos.
Son muchas más las voces que se levantan para señalar, criticar y a la vez para defender sus ideas. Gracias a ello el gobierno ha tenido que modificar sus posturas. Así funcionan los equilibrios institucionales y los contrapesos en una sociedad democrática. Se trata ahora de preservarlos, de luchar por no retroceder en el ejercicio de nuestras libertades, de defender en lo que creemos, aunque por ahora seamos menos.

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