César Trujillo
Pese a las reformas que darán paso a la posibilidad de la reelección —en muchos países del mundo la consideran como un avance de la democracia consolidada— que veremos en los comicios venideros del 2018, en el nuestro se sigue creyendo que ésta es una oportunidad para que los políticos sigan enquistados en el poder, haciendo de las suyas, malversando el erario y solapándose en sus fechorías. Mas ¿no hacen lo mismo los políticos al saltar de la Cámara Baja a la Alta, de la alcaldía a una diputación, de ésta al Senado y de éste a la gubernatura, una y otra vez? ¿no hacen lo mismo al cambiar de colores, de discurso y de movimientos? ¿no son la misma farsa con las elecciones que buscan supuestos cambios?
En pleno siglo XXI, la reelección podría empezar a ser vista por los ciudadanos como una herramienta de evaluación y control, una que rompa con ese rasgo decisivo en la formación del sistema autoritario mexicano que disfraza a la democracia y obliga a los electores a que apoyen los supuestos cambios de puestos de elección popular, que al final de cuentas termina siendo enroques o permutas de piezas en los que los partidos políticos imponen sus intereses particulares: se quedan los amigos, allegados o alfiles a modo que cubran las espaldas del que se va.
Son varias las voces —a nivel nacional— que coinciden en que la reelección (por un periodo más) obligaría al político a cumplir con su papel a sabiendas que tendría la oportunidad de ser reelecto por los electores, acorde a su desempeño. ¿Qué podría perder México que se encuentra inmerso en un sistema diseñado para que el poder role de mano en mano entre los elegidos por la partidocracia? ¿qué podría ganar un país que parece estar esperanzado a que un mesías llegue a transformar lo que por derecho corresponde a los ciudadanos?
Hace no mucho un académico afirmaba que «la no reelección favorece solamente a las burocracias partidarias y perjudica a los ciudadanos». La crítica fue dura con él (como lo es siempre cuando se desconoce el rumbo o se teme perder las canonjías) argumentando un retroceso a los alcances de la democracia. Yo me pregunto ¿a qué avances democráticos se refieren? Se les olvida que fue en los años 30 —hace 87 años— cuando la No Reelección surgió como una supuesta panacea que buscaba forjar las bases de un sistema plural. Pero no fue así. Lo único que logró este precepto fue la imposición de una hegemonía con el Partido Nacional Revolucionario (PNR) que daría paso, posteriormente, al Partido Revolucionario Institucional (PRI) que hoy ostenta el poder.
La No Reelección es el regalo perfecto para que diputados, alcaldes, síndicos, regidores y anexas vean su futuro directamente con su partido. Los electores son relegados y su voz no determina ni califica el desempeño (somos ceros a la izquierda), y a fin de cuentas la partidocracia termina por apostar a la corrupción e impunidad y retoman la vieja escuela del acarreo, la compra de votos y los fraudes electorales, como las elecciones del 2015 en Chiapas que son el claro ejemplo de esto.
Entre los argumentos existentes para repudiar la reelección se encuentra la formación de los cacicazgos. Pero eso en Chiapas tampoco es nada nuevo. Varios municipios padecen este mal: Tecpatán, Yajalón, Tila, Chilón, Ocosingo, Villaflores, Cintalapa, Suchiate, Tapachula y la lista sigue en un largo etcétera. La mismísima eterna tierra verde —de donde soy oriundo— sufre el cacicazgo de los hermanos Pinto.
La reelección puede ser el principio para empezar a concientizar y a buscar que el voto ciudadano se imponga por sobre el voto cooptado, el voto adquirido y clientelar que se ha encargado de mantener en un eterno rezago al país que dispara su porcentaje de pobres; puede ser el principio para apuntalar candidaturas ciudadanas que se mantengan alejadas del partidismo y dar continuidad a los proyectos ciudadanos. Porque el primer paso para que algo cambie es la unidad, donde el ciudadano no sólo ejerza su derecho cívico sino que se convierta en un vigía que pueda decidir, a través de la experiencia, si la reelección cumple en la práctica todo lo que en teoría se dice.
Falta tiempo para ello, así que ¡ya veremos!
Manjar
Un estudio de El País señala que la crisis penitencia en México ha quedado nuevamente al descubierto tras una serie de fugas, riñas y motines que han ocurrido en las últimas semanas, esto pese a que en junio pasado entró en vigor una nueva ley en la materia que buscaba poner orden en las cárceles del país y mejorar las condiciones de los internos, los problemas se han intensificado. Al parecer nada cambiará en las cárceles donde el autogobierno predomina. #MeduelesMéxico // La recomendación de hoy es “La profesión de don Quijote” de Mark Van Doren. Un libro que nos cuenta como Alonso Quijano decidió adoptar una profesión antigua y honorable, llevado por la creencia de que los libros de caballería que había leído eran verdad y cómo hace profesión de fe en la posibilidad de un mundo mejor. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.
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