Home Columnas Código Nucú / El extinto Bancrisa y el latrocinio legal

Código Nucú / El extinto Bancrisa y el latrocinio legal

0
0

César Trujillo

 

En una cafetería, cerca del parque Jardín de la Marimba don Mario (un hombre de avanzada edad que me contactó primero vía telefónica para la cita) me contó que allá por los días de gobierno del general Absalón Castellanos (1982-1988), el ahora secretario del Campo, José Antonio Aguilar Bodegas, fungía como gerente de la sucursal “A” en Tapachula del Banco de Crédito Rural del Istmo (Bancrisa), que después se convertiría en el Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural), y desde ahí timaban a los campesinos.

En ese entonces, los campesinos cafetaleros obtenían créditos de Bancrisa para sus cosechas y en una fecha determinada entregaban el café a un beneficio que tenía un empresario de apellido Henaine (que mi interlocutor afirma era hermano de Gaspar Henaine “Capulina”, el actor de comedia mexicana), quien era el encargado de la comercialización. Así, en una suerte de regla obligatoria: el café se comercializaba, el dinero ingresaba al banco y cuando los campesinos llegaban a cobrar su dinero éste se había esfumado, se había hecho humo y no estaba reflejado en las cuentas.

“Ese dinero era jineteado, invertido en otros menesteres, cuyos beneficios no eran para nosotros los cafetaleros”, afirma don Mario con el rostro adusto. Antes de que el hormiguero se alborotara y saliera a la luz el latrocinio que perpetraban desde Bancrisa, a los líderes de las asociaciones de ejidos o a los comisariados ejidales los mandaban a llamar, les inventaban una historia y les calentaban la mano con un módico 1% para que “se callaran” y permitieran el fraude oficial del banco que administraba el priista José Antonio Aguilar Bodegas.

Los campesinos, solos y sin ningún apoyo, agobiados por la incertidumbre y la ignorancia, acudían a todas las instancias habidas y por haber e, igual que ahora, nadie les hacía caso. Pasaba un buen rato antes de que el banco los mandara a llamar y les liquidara lo que les debía, eso sí: descontando el préstamo y el interés, y pidiendo una cuota a los campesinos. Así, el banco sacaba una lista que traía con el número de quintales por campesino y que, burdamente, difería de los quintales que los campesinos habían entregado. Empero, no había oportunidad de discutir: aceptaban o se quedaban fuera.

Aunado a ello, les recomendaban a los cafetaleros que retacaran de café sus costales “para que no tuvieran que acarrear tantos” (truco del coyotaje en varias zonas). La estafa iba incluida también en esta estrategia, porque al final los encargados de comercialización se quedaban con el excedente de los costales y además les robaban quintales de café: un latrocinio operado desde Bancrisa contra los campesinos, muchos de ellos sin saber leer y escribir, lo cual era un caldo de cultivo para los vivales. Don Mario recuerda que, en una ocasión, mediante un evento político, reunieron a todos los campesinos que estaban enlistados en Bancrisa para poder escuchar al representante del gobernador y algunos funcionarios agropecuarios.

Habían acordado que los campesinos se quedarían callados, pero un campesino de baja estatura y de carácter fuerte levantó la mano. Lo dejaron hablar a regañadientes. Ya con el poder de la palabra dijo: “señor representante, dígale usted al gobernador que tiene puros funcionarios ladrones, que son todos estos que tiene usted a su lado, empezando con este señor (señalando a Aguilar Bodegas). Nuestro dinero está en el banco y no nos lo dan. ¿Dónde está nuestro dinero? Además, el señor subsecretario de agricultura no sabe nada del campo: ¡A ver subsecretario, ¿qué sabe usted de nuestros problemas? ¡Nada! No sabe usted nada”.

El justificado mensaje de ese campesino culminó el evento y se deshizo el cónclave, y no pasó nada. “Los banqueros se quedaron con las ganancias, los funcionarios con su sueldo, los auditores con sus cuentas cuadradas y los campesinos con su miseria”. Muchos años después, vemos con tristeza que nada ha cambiado, dice don Mario a quien estrecho la mano mientras parte acomodándose el sombrero antes de partir. No se equivoca. Sigue sucediendo lo mismo ahora. Lo hizo el mismísimo diputado federal del PRI, Julián Nazar, cuando estuvo sentado en la Secam y se sirvió con la cuchara grande. Ya veremos a su salida de la Secretaría del Campo como queda todo tras el paso de Aguilar Bodegas cuyo historial no es el de las perlas de la virgen que afirman algunos.

En cuanto al caso de Bancrisa, que mutara a Banrural, sólo recordemos que el 18 de enero del 2005, la entonces corresponsal de La Jornada, la periodista Ángeles Mariscal, documentó los testimonios de los campesinos que traían arrastrando deudas de más de una década donde Víctor Manuel Pérez López, entonces secretario en la zona centro de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), afirmaba que los créditos se constituyeron como una prebenda o compensación que se entregaba a los trabajadores del campo por apoyar a políticos, gobernantes e inclusive líderes campesinos, afirmando que todo ese engranaje de la corrupción e impunidad en los créditos y supuestos apoyos al agro se da en valores entendidos y parte de los titulares de las secretarías y bancas… Y esto, querido lector, sigue pasando, ¿o no?

Manjar

La recomendación de hoy es el poemario Para llorar a solas del maestro Uberto Santos y el disco Human Clay de Creed. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

@C_T1

palabrasdeotro@gmail.com

 

César Trujillo

9611678707

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *