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Bobbio

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José Antonio Molina Farro

Norberto Bobbio, un pensador que defiende la civilización de la ley. Es sin duda una clave del pensar político. Ilusiones, frustraciones, horrores y composturas del poder se encuentran en esta excepcional inteligencia. Construyó conceptos y reclutó a un ejército de admiradores que lo siguen e idolatran hasta hoy día. Jesús Silva-Herzog Márquez en su libro “La idiotez de lo perfecto”, hace una disección única de este gran pensador: “La crítica de la política no puede nacer del odio al poder”. “En política no hay obras perfectas a las que podamos entregarnos devotamente. Ha producido napoleones, pero no ha dado vida a un solo Bach. La crítica política no puede nacer del odio, que es igualmente idealización del otro”. Su discípulo Bovero acuñó el concepto kakistocracia, la república de los peores, ampliado magistralmente por intelectuales de la escuela de Turín: enlaza un poder despótico, un líder carismático y la manipulación mediática del pueblo. Hay en Bobbio un lúcido alegato pesimista “En la economía general del universo no es el malvado el que más sufre ni el bueno quien sonríe al final de la película. Quien observe la historia sin ilusiones verá que lo contrario es común. Stalin muere en su cama; Ana Frank en un campo de exterminio.

El pizarrón de Bobbio es un extenso mapa de la política. Con relismo dice, “No es la palabra de la ley, sino el poder de quien tiene la fuerza de una nación lo que hace efectiva las leyes”. El único modo de salvar la democracia es tomarla como es, con espíritu realista, sin ilusionar y sin ilusionarse”. Habla de las promesas incumplidas de la democracia. y sí, recuerdo bien el concepto de “La soledad normativa de la democracia” de Isidro Cisneros; no habiendo otro sistema mejor ha sido incapaz de resolver los problemas de exclusión, delincuencia, pobreza, corrupción… Parafraseando a Churchil, lo único que salva a la democracia es que el resto de las formas de gobierno son mucho peores. Toda decisión política es una elección entre males o, en palabras de isaiah Berlin, los bienes de la vida son incompatibles, cada elección es una pérdida, ese es el sentido trágico del liberalismo.

Nuestra democracia está plagada de vicios. Las camarillas y las corporaciones imponen sus intereses, y la pobreza, la desigualdad y el bajo crecimiento están presentes. La democracia se empeña en ofrecer lo que no cumple, pero a pesar de todas sus miserias hay que apoyarla, más que por méritos propios por la miseria de sus alternativas. En un mundo tan injusto ¿podrán las democracias atacar eficazmente el problema de la desigualdad o serán atrapadas por los vericuetos procedimentales? En Bobbio hay un ideal y un método: fraternidad y cordura. “Desde el denso óxido del pesimismo se asoman dos luces, la defensa de la igualdad, la defensa de la razón”. En su ensayo sobre la vejez escribe que “el gran patrimonio del viejo está en el maravilloso mundo de la memoria”. “Quien alaba la vejez no le ha visto la cara, dice, parafraseando a Erasmo. Basta ver el dolor de los hospitales, el dolor de los asilos, la desesperanza de los enfermos”. En alguna parte Borges dice que un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. Imágenes de provincias, de reinos, de islas, de astros de océanos, de caballos, de personas. Poco antes de morir descubre que ese laberinto de líneas traza la imagen de su cara. Bobbio, un hombre que se propuso dibujar el mundo de la política delineó en su cara la imagen de la templanza. Ésa era su virtud más querida.

Ahora veamos la historia sin ilusiones. No todo en Bobbio son luces, hay también, como en todo ser humano, con virtudes y defectos, aspectos muy controvertidos de su juventud.Mientras Bobbio asiste a las reuniones del antifascismo, jura lealtad a Mussolini. En un bolsillo traía la credencial del Partido Fascista, en el otro, panfletos del movimiento liberalsocialista. A los 26 años fue encarcelado. Envió una abyecta carta al Duce pidiéndole clemencia, le expresa su devoción y le ruega que “con su elevado sentido de justicia”, interceda generosamente por él. Esta incoherencia sría la marca de una vida sellada por la indecisión y la capacidad de albergar lo incompatible. Tiempo después Bobbio reconoce que esa carta a Mussolini es deshonrosa. Se pregunta: ¿Por qué caí en la abyección? Ensaya una respuesta. “Una dictadura corrompe el ánimo dee los hombres. Los conduce a la hipocresía, la mentira y el servilismo. Y la mía fue una carta servil. Para vencer las trampas de la dictadura se necesita fuerza y valor. yo no tuve lo uno ni lo otro. Me avergüenzo dijo. Sin embargo, no se azota en su propio látigo. “Si en tiempos de la persecución racial muchos judíos fueran inducidos al bautismo para salvarse, ¿a quién debe atribuirse la responsabilidad del acto: al convertido o a su perseguidor?”. Juzgue usted amable lector.

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