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Apesta / La Feria

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Sr. López

 

Tía Maruca era buena gente y también su marido, tío Temo (Artemio), aunque con el dinero era pasadito de prudente, a media cuadra de avaro, pero quería mucho a su mujer que padecía unas depresiones de acapulqueño en Alaska, solo superadas si tío Temo ponía en su buró un buen fajo de billetes: -Ya Maruquita, ya, mañana te levantas, te arreglas, vas a comprarte algo bonito… y ya, ¿sí, mi amor? –y la tía sacaba un ojo por entre las sábanas, calculaba la cantidad y ronroneaba: -Voy a procurar –le sacaba lo que quería.

 

Nadie en sus cabales niega la conveniencia de desarrollar una cultura mundial de respeto a la naturaleza, incremento de la eficiencia energética, reducción del consumo de combustibles fósiles y emisiones de bióxido de carbono (humo, pues). Su gravedad y causas, sí son motivo de discusión.

 

Es indiscutible que no se está haciendo todo lo conveniente para proteger los recursos naturales (fauna, flora, agua y aire), y sí muchas barbaridades; cosas ambas, motivo de intensos debates, campañas de propaganda y movilizaciones;  pero se habla muy bajito sobre el inmenso negocio global que se intenta fincar sobre de esto, con científicos, asociaciones académicas y grupos de poder, mintiendo como vendedores de seguros contra riesgos por la práctica de deportes de alto riesgo, en asilos de ancianos.

 

Estamos claros: se debe cuidar de la naturaleza, hacer más para no dañarla (vaquita marina incluida)… pero hay una orquestada campaña mundial que fomenta tan nobles y sensatos propósitos, induciendo una dogmática de verdades irrefutables para hacer posibles negocios como cobrar impuestos por respirar (presentados como “bonos verdes” para pagar el costo de limpiar el aire), o beber agua, privatizando el servicio de agua potable, que lavadita y purificada llegará hasta la comodidad de su hogar… por caro que cueste. Inmensos consorcios industriales tienen el virtual monopolio global de la producción de alimentos, electricidad y medicinas… ganar dinero por el aire y el agua, los hace salivar de codicia: no hay ser vivo que escape a su consumo.

 

Tomemos un ejemplo: Greenpeace, la ONG más rumbosa y aguerrida defensora del medio ambiente y la biodiversidad, Santa Inquisición contra las herejías del cambio climático, predijo que de no poner un alto a la emisión de gases de efecto invernadero, para el año 2030 se habrá derretido el Ártico (un millón 300 mil kilómetros cuadrados de hielo macizo)… bueno, si lo dicen tan desinteresados benefactores de nuestra especie y planeta, debe ser cierto… ¿sí?, pues no.

 

Busque por su cuenta la entrevista que en la BBC le hicieron el 5 de agosto de 2009, al director Ejecutivo de Greenpeace, Gerd Leipold, quien -atenazado por el entrevistador-, acabó reconociendo que sí, que era falso lo de la licuación del Ártico, siendo que un mes antes don Leipold había publicado un artículo que lleva por tranquilizador título: “Necesaria acción urgente, el Ártico se funde”, pero con la profesional cara dura que tiene esa fauna profesional del ecologismo, agregó: “(…) no nos avergonzamos (de haber mentido), pues es necesario para cambiar la forma de pensar de la opinión pública (…) y como grupo de presión tenemos derecho a plantear ciertas cuestiones desde un punto de vista emocional”… fíjese, no científico, no real, “emocional”.

 

La verdad es exactamente lo contrario: la capa de hielo ha crecido un 24% desde 2007 (reportes del el National Snow and Ice Data Center, el Nansen Environmental and Remote Sensing Center, y el IARC-JAXA Information System), y todos los registros indican que sigue creciendo año a año.

 

Pero no dan su brazo a torcer los defensores de nuestro planeta (y sus carteras): el área de hielo del Ártico ha disminuido respecto de 1979 por el calentamiento global provocado por los seres humanos, incrementando el nivel del mar, sin siquiera mencionar que hace 121 mil años, el nivel del mar estaba 5 metros arriba… sin emisiones industriales de gases de efecto invernadero.

 

Si le sabe a melón todo lo anterior, recuerde el escándalo del “Climagate” de noviembre de 2009, catarata de documentos jaqueados a la Unidad de Investigación Climática (CRU, siglas en inglés de la Climatic Research Unit; Universidad de East Anglia, Inglaterra), entre los que aparecen “emails” de la cúpula del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés del grupo que junto con Al Gore, ex vicepresidente de los EUA, recibió el premio Nobel de la Paz en 2007 por su labor en materia de cambio climático), que permiten sospechar que se manipula la información, se niega la realidad y se inventan teorías catastrofistas, aunque posteriormente, dependencias oficiales del Reino Unido y los EUA, junto con estudios privados, hayan asegurado que los documentos jaqueados habían sido “sacados de contexto”, sin alterar el hecho de que el planeta se dirige al colapso… bueno.

 

Manipulados o no, igual en ellos aparecen cosas como adulteración de datos, desecho de pruebas e intentos para silenciar a los científicos escépticos y, en resumen, que los datos de la CRU son “cocinados” para reforzar la teoría (teoría), del calentamiento global.

 

Hay entre la información jaqueada (mil correos, 3 mil documentos), una conversación en que dos científicos acuerdan no divulgar que la superficie terrestre desde 1989, se ha calentado el doble que el mar, por las ciudades (islas de calor), pues abonaría los criterios de los que dudan del inminente Armagedón climático. Y un correo más cuyo texto afirma el ocultamiento del descenso de la temperatura global, respecto de 1960. Vaya, vaya… con que está bajando.

 

Si nada lo convence, póngase a estudiar por su cuenta, qué causó el Periodo Cálido Medioeval, que trajo en calzones a Europa 400 años (del siglo X al XIV), o las edades de hielo (la más cercana hace 10 mil años)… sin fábricas ni automóviles.

 

Que no se debe contaminar ni seguir ensuciando el aire es una cosa, pero muy otra que estemos al borde del Apocalipsis… a negocio apesta.

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