RODULFO REYES
Más que por el interés de los anuncios para Tabasco, la visita de ayer del presidente electo Andrés Manuel López Obrador estuvo marcada por el morbo del reencuentro entre dos antiguos cófrades políticos que rompieron relaciones al calor de las elecciones intermedias de 2015.
Este domingo en las redes sociales se le puso más atención a la foto del saludo entre el de Macuspana y Arturo Núñez Jiménez. Al apretón de manos que se dieron en la puerta principal de Palacio de gobierno AMLO y el mandatario estatal, teniendo como testigo al gobernador electo Adán Augusto López Hernández, se le bautizó como “la más elocuente” imagen del día.
De pronto usuarios de internet se convirtieron en especialistas de “lenguaje corporal” para diagnosticar que Núñez se veía indispuesto, que AMLO tenía una expresión esquiva y que Adán Augusto parecía disfrutar con una sonrisa pícara.
Pero, ¿los desacuerdos entre López Obrador y Núñez se podían considerar irreconciliables?
La respuesta es no.
A saber:
1) La discrepancia se dio en el contexto de unos comicios que perdió, y por mucho, AMLO. Hace tres años que el de Tepetitán acusó a la autoridad tabasqueña de “aliarse” con la mafia del poder para mandar al cuarto lugar a Morena en la contienda por presidencia municipal de Centro, la metralla también alcanzó a otros actores de la jornada.
En ese mismo proceso al ahora presidente electo les llamó “corruptos” a Evaristo Hernández Cruz y a Rosalinda López Hernández y, sin embargo, el ex priísta y la ex perredista hoy son parte del equipo del tepetiteco.
La diferencia tal vez sea que ni Evaristo ni Rosalinda le contestaron, mientras que el gobernador le reviró con su ya clásica frase: “nos vemos a la salida”.
En las elecciones extraordinarias de 2016, ya cuando Hernández Cruz y López Hernández eran parte de su rebaño, Andrés Manuel argumentó que los señalamientos los hizo “al calor” de las campañas.
Lo mismo dijo el actual alcalde de Centro.
En consecuencia, el fondo del diferendo entre AMLO y Núñez no puede considerarse grave, sino resultado de lo encendido del proselitismo.
2) En la jornada del 1 de julio para gobernador, fue notorio un pacto de no agresión entre el partido de AMLO y la administración perredista:
Adán Augusto nunca embistió ni con el pétalo de un discurso a Núñez y, al contrario, durante el debate de los abanderados a la gubernatura, el morenista elogió programas gubernamentales como Corazón amigo.
El régimen tabasqueño, a su vez, no puso el aparato a favor del candidato del partido en el gobierno, el perredista Gerardo Gaudiano Rovirosa.
Una muestra fue que, por primera vez en una elección desde 1988 que la oposición surgió con fuerza en la entidad, la estructura oficial no inclinó a los medios tradicionales a favor de su prospecto.
Acaso por ello en varias ocasiones Adán Augusto dio fe de que Núñez estaba siendo respetuoso en el desarrollo del proceso electoral.
3) Concluida la jornada, las señales de avenencia entre Morena y el gobierno perredista se siguen dando: la mayoría en el Congreso local del partido ganador sacó de manera unánime la iniciativa del mandatario para reorientar al sector salud 125 millones de pesos de un préstamo originalmente para el sistema de justicia penal.
Entre los guiños del gobierno entrante y el saliente puede enmarcarse la participación del ex diputado perredista José Antonio de la Vega Asmitia, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local en la Legislatura anterior, en la gira de López Obrador.
Si bien es uno de los amigos de adolescencia de Adán Augusto, el ex panista también tiene en su hoja de servicios ser el principal discípulo de Arturo Núñez.
En síntesis, ayer pudo advertirse que no habrá sobresaltos en el relevo gubernamental en el Edén.
