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AMLO y la prensa / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor
De acuerdo con estudio realizado por el Centro de análisis e información ww.fundar.org.mx se calcula que al cierre de la presente administración federal se habrán gastado unos 60 mil millones de pesos en publicidad oficial. De acuerdo a solicitudes de acceso a la información de 2013 a 2016 el gasto fue de alrededor de 40 mil millones, cifras por cierto, por encima de lo presupuestado. Los grandes ganones de todo este pastel fueron principalmente las grandes televisoras, pero de poco o nada sirvieron si lo comparamos con la percepción y la baja calificación del Ejecutivo en las encuestas.
Además la estrategia del equipo de campaña de AMLO de crear medios alternativos de información e intensificar el uso de redes sociales, dio al traste con el poder mediático de las televisoras que terminaron avasallados ante la memecrácia, los trending topics y las notas virales que corroyeron las entrañas del poder.
Los estrategas tradicionales en el manejo de crisis, nada pudieron hacer en el tema de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa, que aconteció en un municipio perredista, con un gobierno estatal perredista y aunque el alcalde fue encarcelado y el gobernador presentó su renuncia, la culpa la terminaron endilgando al Presidente de la República. “Fue el estado” es la frase de un mito genial y una invención mediático-propagandística, como si el problema de la violencia y las rencillas de la delincuencia organizada, hubieran surgido el fatídico día en que esos jóvenes desparecieron para desgracia de sus familias. Para muestra, la fosa común en que exhumaron recientemente 166 cadáveres en Veracruz. ¿Y ahí que pasó? ¿Fue el estado? Ah no, perdón, ya terminó la campaña…
Sobre la prensa, los medios y principalmente las redes sociales, habrá que precisar que el fenómeno no es exclusivo de nuestro país. Pasa por una transición cuyo desenlace desconocemos. Como la hidra de Lerna en la mitología griega, ese feroz monstruo multicéfalo en que se han convertido las redes sociales, esta socavando los cimientos del control político y mediático. Lo documenta Moisés Naim en “El fin del poder”. Las estructuras tradicionales, el establishment, el imperialismo yanqui o la mafia del poder (cada quien le pone nombre a sus engendros) se enfrentan ante la exacerbación involutiva de nuestras iras y frustraciones. Los algoritmos se encargan de alimentar nuestras necesidades informativas e incluso generan infoadicción manipulando grandes conglomerados. Lo mismo para vender un producto que para incidir en nuestras decisiones políticas. Somos testigos y víctimas de un oscurantismo de tinte medieval. Hemos instalado el altar de los sacrificios y los políticos sin distingo de siglas esperan en la Conciergerie su paso a la guillotina. La alta burocracia debe castigarse despojándola de privilegios. Para salvar sus tronos los gobernantes aztecas sacrificaban sacerdotes, guerreros capturados y jóvenes doncellas para alejar las pestes y ahuyentar el hambre producto de las sequías.
Así tras casi dos décadas de perseverancia AMLO ganó la presidencia. Ahora deber serenar al pueblo. Por eso no extraña la respuesta de AMLO en el tema de Rosario Robles. La agenda política la quieren imponer los medios y el presidente electo se resiste a ello, por eso lo llama un circo y tiene razón. La prensa tiene derecho a preguntar y él, como cualquier político, tiene derecho a responder o incluso no responder. Es una perversión en la relación prensa-gobierno donde el objetivo es ser rehén de las ocurrencias banqueteras o de los ataques prefabricados.
La prensa esta preocupada. Hace ajustes en sus gastos desde ahora. López Obrador ha anunciado que reducirá los gastos en publicidad gubernamental a un 50%. Si sacamos cuentas, la reducción de los salarios y el despido de trabajadores de confianza no rebasa los 5 mil millones y en mi opinión tendrá consecuencias negativas en la buena marcha del gobierno. Es un expertise del que no puede prescindirse sin tener consecuencias. Contrastando el gasto en publicidad con las cifras del gobierno (y esto sin considerar la de los estados) son un barril sin fondo, un verdadero socavón de decenas de miles de millones en las finanzas públicas. De esos ahorros si que puede obtener muchos de los recursos para que el presidente electo pueda cumplir con sus ofrecimientos de campaña.
Por eso resulta interesante el planteamiento. La agenda –su agenda- la quiere imponer él y no estar a contentillo de lo que los medios obligadamente quieren que opine. No será fácil. Como botón de muestra ahí esta Trump que un día si y otro también se encara con la prensa que le tiene declarada la guerra. Y eso que en Estados Unidos no se paga publicidad oficial, ni la relación con los medios de comunicación esta condicionada a ello.
La verdad es que en México se dedican planas enteras o editoriales en radio y televisión para mantener el rainting. Se obstinan en saciar morbos en un país donde la nota roja, la Rosa de Guadalupe y la prensa de espectáculos busca los records de audiencia. La política no escapa al escándalo. Es la civilización del espectáculo. Entre ellas –nos dice Vargas Llosa- la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo.

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