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Alvarado, tierra de gente trabajadora

Alvarado, tierra de gente trabajadora
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+ De oficios y empleo, vive el alvaradeño…

+ Zapateros, peluqueros, pescadores y otros…

+ El recuerdo de aquel pueblo tranquilo y seguro…

 

                               Ruperto Portela Alvarado.

         Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Martes 07 de Mayo de 2019.- Si de algo tiene que presumir un alvaradeño es de ser gente trabajadora, sincera y honesta; y no les sigo diciendo más virtudes porque me acusarían de vituperio…aunque tenga la razón. Alvarado es cuna de hombres y mujeres bien paridos, con dignidad y no como nos afaman de groseros cuando esos que lo dicen, jamás han pisado esta bendita tierra de Dios.

         Y en eso me asaltan los recuerdos de muchos personajes ya olvidados por las nuevas generaciones que no saben quiénes fueron los que les reparaban los zapatos a su sus abuelos o a sus padres, como mi papá Celedonio Portela Sánchez o Higinio Terrazas “Lapio”, que fueron los más connotados allá por los años 60s, 70 e inclusive la década de los 80s. Tampoco saben ahora quienes les cortaban el pelo cuando de chamaquitos íbamos antes de un desfile, para recibir nuestros documentos de primaria o una fiesta importante.

         Me gusta recordar y platicar. Y por fortuna me encuentro a JOAQUÍN “Quino” ZAMUDIO, mi compañero de primaria y secundaria, de quien no sabía que es un excelente conversador. Al instante afina la memoria con muchos detalles de aquellos personajes de oficio peluquero como él y su señor padre, don MANUEL ZAMUDIO USCANGA quien tuvo su peluquería “La Tijera de Oro” en el boulevard Juan Soto, frente al almacén de “Berros y Señal” y el “Hotel Chapultepec” de BOBO LARA –ex presidente municipal de Alvarado– y donde ahora es la licorería de COQUI ALCEDA, o mejor dicho de su hijo VINICIO ALCEDA FIGUEROA.

         “El Paso de las Damas” era la peluquería de don Ángel Santos. Me dicen –porque yo no lo recuerdo– que era de madera, ubicada donde estaba la coctelería de “El Pirri”, cerca de la nevería “La Coqueta” de Julio Lara, el suegro de Tomás Tejeda, en el boulevard Juan Soto. Por ahí tenía su joyería don Manuel Zamudio Verdón “que después fue de Amadeo Cruz”. Si recuerdo que en esa línea estaba el almacén de ropas, zapatos, telas, chinelas que confeccionaba mí papa Celedonio Portela Sánchez y de todo lo que se pudiera imaginar, “La Nueva Norma” de Isidro Rivera; la ferretería “El Ave Fénix” de Pepillo Ferreira –que atiende su hijo– y “El Candado” de Miguel Saba Nader, quien luego fue Presidente Municipal de Alvarado. Pepillo Ferreira siempre decía que toda su mercancía era de primera y Miguel Saba que era alemana.

         Entre los  personajes de esta actividad de la barbería de antaño no se deben olvidar a Jaime “El “Peluquero” Santiago, “El Cojo Caballero” y Rodolfo “Chiquito” Cruz. Tampoco los no tan reciente como Francisco González “El Viejo” que también vendía revista y era concesionario de varios periódicos nacionales. Tuvo en su “establo” a su sobrino José Luis “Chelí” González Santiago, hijo de “Pompón” –que no recuerdo como se llamaba– y la extraordinaria doña María “Pompón” Santiago, quien vivía en Paso Nacional y era experta en preparar exquisitos chapos de limón, guanábana, jobo, cacahuate y hasta de chile si se lo pedían.

         En ese oficio de peluquero se destacaron también “Pablo Erú” y “El Hueco”, que nunca supe exactamente cómo se llamaban. En una esquina del mercado municipal ejercía el oficio de peluquero un señor del barrio de la Fuente que le llamaba Chely quien luego convirtió la peluquería en tienda de bisutería y regalos. Y así nos podemos ir acordando de muchos que la verdad, en algunos puedo equivocarme, porque se me fue el tiempo y los momentos.

         Recuerdo con aprecio a mi amigo Beto Zamudio Barrientos “El Aculeño” que tuvo su peluquería en la calle Llave, frente a la “Santa Cruz”, cerca de la gasolinera que fuera de Julio Yunes que luego la convirtió Pimpollo en restaurante y ahora es una tienda de Coppel. Pero la verdad, de quien nunca nos debemos olvidar es de don Pedro “Perico” Aguirre que trabajaba en su domicilio de la esquina de Sotero Ojeda y Morelos. Se hizo famoso por aquel dicho, “estás más jodido que Perico Aguirre”, que no sé si se referían a él, porque quienes lo conocimos, sabemos que fue un ciudadano ejemplar, honesto y respetuoso. Por ahí también peluqueaba mi tío Cecilio Sánchez, quien a la vez –no se bien—tocaba la trompeta.

Por el rumbo del barrio de la fuente conocí a varios peluqueros, entre ellos a Diego Silva Fernández y su hermano Roberto Silva “El Güero Pellejudo” quienes también tuvieron una gran afición por la música e integraron el conjunto “Los Picapiedras”. Diego tocaba las tarolas y cantaba; Lucio Fernández “El Canario” en el acordeón; Fray Luis Salomón Norberto “El Bello”  el güiro y Manuel Palacios “Pata de Plomo” la trompeta. Eran tiempos maravillosos de la “Sonora Veracruz” y el compositor Lorenzo Barcelata a mediados de los años 60s, y por eso “Los Picapiedras” tocaba sus éxitos en bailes de sábados y domingos, que se celebraban en un terreno baldío propiedad de mi tío Ángel Portela Sánchez, casi frente de donde estaba la cantina de José Trijio Valencia y el pozo de donde tomaba agua el tren.

                   FERNANDO, UN PELUQUERO DE AYER…

Poco son los peluqueros que quedan en Alvarado y hay quienes heredaron el oficio de sus padres como el hijo de “Carmona” que tiene su peluquería en la calle Nicolás Bravo, donde estuvo la farmacia del doctor Ángel Cobos Aspiazú. Pero quien se ha resistido a “bajar las cortinas” es Fernando Reyes Enríquez, quien todavía tiene su “oficina” que más parece un almacén de reciclado en la bajada de la calle Madero, entre boulevard Juan Soto y el   muro marginal del Río Blanco. Dice Fernando que tiene más de 51 años de peluquero y 19 en ese mismo lugar.

Está orgulloso de quienes le enseñaron el oficio y aprendió el arte de cortar cabello, los maestros de las tijeras como Ángel Santos y Jaime Santiago. Agrega Fernando –hijo de don Rafael Reyes Fernández “Fay el Cacahuatero” y doña Guadalupe Enríquez Muñoz— que fue precisamente su mamá quien lo mandó a que aprendiera la peluquería con los antes mencionados.

No olvida tampoco que sus papás le mandaron hacer su primer sillón de peluquero con “Pelón Camarero” que vivía cerquita de su casa en la calle Galeana, entre Aldama y Guerrero, por donde está la tienda “La Reynita” de doña Carmita, esposa de Pablito Zamudio, la mamá de “Cien Gramos”. Después ya tuvo otros sillones más modernos y formales de peluquero profesional.

Fernando ya está cansado de aquello que inició allá por 1967 “pelando a tijeretazos con unas maquinitas manuales y unas navajas para rasurar, que ya no se usan; para eso están las eléctricas”, dice. Son ya 78 años de vida y presume que todavía le entra la jiribilla por las noches, pues se fortalece con un licuado de avena, plátano y chocomilk.

Lo cierto es que ya su peluquería se convirtió en un almacén de productos reciclables y un punto de reunión de sus amigos con  quienes todavía se echa sus farolazos de chapos de limón o el ya famoso “pecho amarillo” de jugo de naranja con un tanto de alcohol de caña de 96 grados.

Quiero decir que este es solo un bosquejo de aquellos tiempos donde el oficio de peluquero era redituable y había los más connotados personajes que ejercieron con empeño y responsabilidad este trabajo –como muchos otros—y que por eso los recordamos, tal lo haré en otra ocasión con panaderos, zapateros, albañiles, pescadores, talabarteros, músicos, nacateros, carniceros, que han honrado por siempre el ser alvaradeños, gente honesta y trabajadora, como hemos sido los habitantes de este pueblo ribereño del río Blanco y el Papaloapan. Rp@

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