Home Columnas Alvarado, mi barrio bravo de la fuente

Alvarado, mi barrio bravo de la fuente

Alvarado, mi barrio bravo de la fuente
0
0

                                      Ruperto Portela Alvarado.

 

         Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. A 5 de Agosto de 2017.- “¿Qué sos un garufa?. No Ché, soy un ciudadano del mundo que en el castellanos vulgar quiere decir un vago cualquiera”. Yo anduve por todos lados, desde el Barrio de la Fuente hasta por el del Parque Deportivo; la calle Doctor Luis E. Ruiz, Paso Nacional y Las Escolleras. De todo tengo un poquito de historia.

            ¿Qué será?, a los doce o trece años, allá por 1963 o 1964, llegué al Barrio de la Fuente, a la casa de mi tío Ángel Portela Sánchez para que de alguna manera me corrigiera mi rebeldía. Pero no sé qué pasó, porque muchos dicen que quedé peor con el remedio que la enfermedad.

            Barrio de la Fuente fue un antecedente de mi vida, donde siempre, y como ahora, fui feliz, que sigo siendo. Recuerdo aquella línea de calle que marcaban las vías del tren y las múltiples casas desordenadas, donde se entraba por un callejón e ibas a salir por otro lado imprevisto. Era el asiento del ferrocarril que llegaba a eso de la una de la tarde cuando un puñado de chamacos nos colgábamos –en un juego peligroso– de sus estribos y subíamos para viajar unos cien o doscientos metros en el.

            Recuerdo que entre sus maniobras, el tren “tomaba agua” –porque creo ahora que era de vapor—de un gran tanque o pozo de más de ocho metros de diámetro y profundamente hondo. Ahí los intrépidos jovenzuelos del barrio lo utilizaban como alberca para nadar, ¡aunque fuera peligroso!. Enfrente de la estación y el tanque estaban los depósitos de gasolina de unos “magnates” –de ese tiempo— de apellido Vives, y a un costado el muelle “Las Águilas” donde muchos aprendimos o íbamos a nadar.

            El muelle del “Águila” era una especie de ensenada, laguna donde se amarraban los botes, las lanchas que les dicen ahora. Ahí está ahora una gasolinera que algunos comentan que es propiedad del ex presidente municipal, Orive García Mora y familiares, o quizá ya la vendieron. Este barrio bravo, donde nadie podía entrar porque era territorio de sus habitantes, inicia donde está el mercado público del boulevard Juan Soto, hasta lo que era entonces la planta del Puerto Pesquero Piloto de Alvarado.

Pero allá por donde hoy es la colonia “Valente Cruz”, el tren hacía sus maniobras en un lugar que le llamaban “el cambio”, lugar en que la máquina-locomotora tomaba su posición delantera para jalar los vagones. Mientras tanto nosotros y otros chamacos que bajaban al barrio, le ponían las corcholatas para que el tren las aplastara y afilara, con lo que hacíamos los gallitos que cruzábamos con hilo por dos orificios. Por esa colonia, mi tío Ángel Portela Sánchez abrió un tienda, pero como estaba tan lejos, la bautizó como “Veracruz”.

            Muy presente lo tengo yo. Era la cantina “El Gallo Rojo” propiedad de mi tío Ángel Portela Sánchez, lugar donde se reunían los trovadores y el compositor, Pablo Zamudio Rosas, el ínclito alvaradeño, “Pablito Coraje”. Seguramente ahí escribió aquella su creación: “La Basura” que muchos dicen que le dedicó a una de sus mujeres más queridas: Senobia, que supongo se apellidaba Cruz y hermana de Pastor Cruz, “Machirula”.

            “La historia contaré de una ramera/ basura que ensució mi pobre vida/ me asquea recordar esa perdida/ pero es que me lo exige la razón…”. Así inicia esta canción como “La Bagatela”, otra no menos despechada: “que no te quiere esa mujer/ que anda con este y con aquel/ y tú te mueres y no quieres comprender/ que no te quiere esa mujer./ Que mándala al caramba que ande y ande/ con cuanto mequetrefe quiere andar/ contigo claro está se cree muy chicha/ que chicha ni que nada/ te quiere apantallar./ Ya es hora de que saques las espuelas/ y que a esa bagatela/ la mandes a volar”. Fabuloso Pablito Coraje.

            Eran tiempos de Carlos Gardel, del tango en México y en el “Gallo Rojo” había muchos que se las entonaban muy bien, como mi tío Ángel Portela Sánchez a quien ya lo recuerdo cantando: “ladrillo está en la cárcel, el barrio lo extraña/ sus dulces serenatas ya no se oyen más./ Los chicos ya no tiene su amigo querido/ que siempre moneditas les daba al pasar./  Los jueves y domingo se ve una viejita llevar/ un paquetito al que preso está/  de vuelta la viejita los niños preguntan/ Ladrillo cuando sale, solo Dios sabrá”. 

            Ángel Portela Sánchez, como su hijo Angelito Portela Chávez “El Auténtico”, fueron bohemios y el ambiente del arrabal –como le decía en sus canciones “Pablito Coraje”—cantaban tango, boleros y hasta guarachas. A Pedro Infante, a Julio Jaramillo, Gil Olvera y el órgano que canta. Los acompañaban el amigo “Lito Rompetejas” con su vozarrón y guitarra que en esos vaivenes también participaba el joven Mario Ramón Ramón, “El Mochilongo” que si no lo era se creía el Pedro Infante” del barrio.

Al “Gallo Rojo” llegaban: “El Etiope”, que entonces era el jefe de casa de máquinas del Puerto Piloto; los dirigentes del sindicato de esa empresa, Carbajal, Escalera y Robert, por mencionar algunos. Por cierto, yo era el que tenía que ir hasta el mercado a buscar un esporádico taxi hasta el mercado para llevar a los ebrios a sus casas, porque en ese entonces el servicio no entraba al barrio.

            Yo era el utility de esa cantina-tienda-carnicería. Me tocaba ir a despertar al matancero a su casa de un lado del cementerio a las dos de la mañana. Me acompañaba un enorme, tan grande y manso, pero apantallador como su nombre: “La Fiera”.  Había otra perra de raza policía que se llamaba “Tania” que si era brava como mi tía Juana Bravo Portela. Por cierto, mi tío era proveedor de carne de  puerco al restaurante del Puerto Piloto y a mí me tocaba llevar la paila repleta en la cabeza. Una de esas madrugadas en que también llevábamos el producto al mercado, se me atraviesa “La Fiera” y que toda la carne se va a la tierra y se tuvo que tirar porque la arena no se le sale ni lavándola.

            Al lado de la cantina que también era tienda de abarrotes y venta de carne de puerco, chicharrones y otros derivados, vivía una señora a la que le decíamos “La Chaparra”. Al otro costado Olga Rojas quien tenía varios hijos: Joel, David, José, pero sobre todo dos hijas preciosas: Lourdes e Irma Hernández Cruz. No se pueden olvidar aquellas hermosas chamacas: Virginia y Nelly, hijas de don Pastor Cruz o Martha a quien junto con sus hermanos les decían los “Come Tripa”, hijos del señor Antonio González, “Don Toño”, un hombre humilde y bueno que se dedicaba a cargar y vender agua con dos latas atadas a un madero que cruzaba en sus hombros. No se me debe olvidar mi prima Virginia Alvarado Román.

            En el barrio de la fuente y por toda la vía del ferrocarril, filmaron la película: “Las Aventuras de Joselito y Pulgarcito”, donde llevó un estelar el perrito al que le decíamos el “carbonero” porque siempre andaba sucio. En el film, ese perrito se comió a “Federico” que era un pescadito que los niños actores cuidaban como su tesoro. “El Carbonero” era de la casa de don Yiyo Herrera, papá de Coyiyo quien fue nuestro manager del equipo de béisbol “El Gallo Rojo”.

            Ahí conocía a mi amiga y después compañera en la Secundaria Rosana Valerio, hermana de Persy que fue uno de los buenos beisbolistas y cátcher en la novena de Alvarado. También a Lesvia que junto con Loly Pensado, fueron muy buenas amigas. Había otra muchacha que se llamaba Epifania, una muchachita menudita que jamás lo volví a ver.

            Pero no todo era felicidad porque había un dejo de violencia al interior del barrio donde proliferaban las cantinas, las prostitutas y las riñas que afortunadamente eran a madrazos y escasas veces con un cuchillo de aliñar pescados. Esos eran “Los Come Tripa” que se juntaba con Teodoro Ramírez Cruz, “La Prieta”, un negrito que presumía de malandrín, pero que a la hora de la hora era puro pajarito nalgón. Su papá, don Teodoro Ramírez “El Ojón”, era un buen hombre, pescador, amigo y chambeador.

Después del “Gallo Rojo” estaba la cantina de “Bocho”, un viejo regordete cuyo negocio estaba a la bajada a la Fuente por la prolongación de la calle Aldama. Ahí se oía la música de Mike Laure (La fonda chiquita, Mazatlán, Cero 39 y otras más de la Sonora Matancera, Veracruz y ya entonces la Santanera). Ahí conocí a “La Múcura”, una mesera menudita, pero con un cuerpo de guitarra. Preciosa la negrita.

Había una cantina más en la bajada que se llamaba “La Resbaladilla” y en pleno centro del barrio, “Las Varillas”; y otra de la que no recuerdo el nombre del dueño, que vendía chapos y mucho alcohol.

            Por cierto, cerca de “Las Varillas”, mi tío Ángel Portela tenía un terreno en el que antaño le sirvió de curtiduría de pieles. Por ahí vivía ni tía María Antonia Portela Ramos quien preparaba las jaibas rellenas que hicieron historia en Alvarado y que vendía Emilio García Carpio, al que le decíamos, “García, Pata de Elefante”.

Ya abandonado ese terreno y acondicionado el lugar, se celebraban bailes los sábados y domingos que amenizaba el extraordinario grupo musical, “Los Pica piedras”  de Diego Silva y su hermano –del que no recuerdo su nombre—pero que era fabuloso con el estilo de la entonces maravillosa “Sonora Veracruz” cantando aquella de: “Yo tuve un sueño feliz/ quise hacer una canción/ y mi guitarra cogí/ puse todo el corazón/ volaron las palomas del milagro/ escuche bien lo que escribí…” Creo que la composición es de Lorenzo Barcelata.

            No puedo resistirme a recordar a mi tía Juana Bravo Portela, una mujer robusta, fuerte y bragada, que no le temía a la policía y hasta se enfrentaba a su comandante “El Diablito”. Me viene a memoria la figura esbelta y morena de la mesera conocida como “La Múcura” que muchas veces la vi bailando con “Mario Mochilongo”. Otra de esas mujeres frondosas, enormes era Maura “La Mocha” Ramón, entre otras muchas que hicieron historia en aquella época del Barrio Bravo de la Fuente.

            Ahí aprendí a tomar mis alipuses,  pues con mis primos Güicho y Fallo Portela, Raúl Zamorano Aldán; a veces Toño Rodríguez y otros trabajadores, preparábamos el “chapo” de agras, nanche, jobo y la fruta que se pudiera. Cuando lo envasábamos le dábamos su probada que después eran sorbos cada vez más grandes. Estábamos en el medio, en el ambiente y oyendo la música de la Sonora Santanera, la Sonora Veracruz –con mi bohío–, Carlos Gardel –Comparsita– Pedro Infante con sus “Cien Años”, no podíamos salvarnos de esa contaminación.

            Barrio Bravo de la Fuente, no te podré olvidar porque mis primeros años de juventud los pasé por esos rieles del tren, la música, la alegría y la compañía de muchos de los que he mencionado y otros que me faltaron por anotar en este recorrido histórico de mi memoria.

            Con un saludo desde la Ciudad del Caos, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; la tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya.

Para contactarme: rupertoportela@gmail.com

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *