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Algo no embona: La gente aplaude de rabia / Galimatías

Algo no embona: La gente aplaude de rabia / Galimatías
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Ernesto Gómez Pananá

Respecto de lo que pasa hoy día en en Chile es pertinente reflexionar al menos dos cosas.

La primera, que durante décadas Chile fue ejemplo de desarrollo para América Latina, en una fábula fantástica en la que se borraba un primer fragmento crucial en su historia reciente y solo se hablaba del segundo:

El 4 de septiembre de 1970, la ciudadanía chilena votó mayoritariamente por Salvador Allende como presidente de aquel país, pero tres años después, el ejército chileno traicionaba a su Comandante Supremo y al pueblo de Chile para, con el respaldo de los Estados Unidos, imponer una dictadura militar encabezada por el señor Augusto Pinochet.

Miles de desaparecidos, más otro tanto de familias exiliadas. La junta militar imponía su ley ante el miedo al médico marxista que antes que renunciar a su cargo por la fuerza, se atrincheró en la casa presidencial y prefirió suicidarse antes que ceder a la imposición de los militares. Esta es la mitad de la que poco se habla.

Luego de 17 años de dictadura militar, y después de un plebiscito en el que el electorado chileno le dijo “no” a que Pinochet continuara en el poder, terminó la dictadura, con la toma de posesión del demócrata-cristiano Patricio Aylwin. Chile volvía al sendero de la democracia electoral, convertido además en modelo de “desarrollo económico” neoliberal. Chile era el icono favorito de Washington y ejemplo para el resto del continente, aunque en esta fábula de la que hablamos, se omitía precisar al menos tres detalles: primero, la constitución con la que se rige aquel país es la misma que elaboraron Pinochet -baste recordar que con ella gobernó Pinochet para darse idea del sesgo autoritario-conservador del documento-, segundo, la junta militar y el peso específico del ejército es enorme y determinante, sirva como ejemplo mencionar que el presupuesto de las fuerzan armadas chilenas es el más alto del continente y mantiene a su élite directiva en condiciones de alto privilegio y tercero, y probablemente el más importante, Chile logró una estabilidad democrática vía las urnas que pudiera decirse que es “ejemplar”: de 1990 a la fecha sus elecciones han transcurrido en paz y en orden y en las mismas, la sociedad  ha optado alternadamente por gobiernos de izquierda -grandes coaliciones como la encabezada por la socialista Michel Bachelet- o el actual presidente de derecha, Sebastián Piñera, quien además de presidente, es el empresario más rico de aquel país. Aquí el punto es que ambos gobernaron con la misma constitución promulgada por los militares y que en ambos casos, el margen de acción real ha sido muy limitado, haciendo lento, si no es que imposible, avanzar en la solución del principal problema de Chile: su enorme polarización económica -y ciertamente también ideológica.

En Chile, de acuerdo a datos de la CEPAL, el 1% de la población acumula el 27% de la riqueza económica mientras el 50% de los chilenos viven con el 2% de esta misma riqueza, ¿y cómo se vive esto? con un sistema de pensiones privatizado que es “tan atractivo” que lo usan todos los trabajadores, a excepción de los militares, que tienen el propio -más generoso-; un sistema de salud mixto en el que el componente público es deficiente y el privado inaccesible a la mayoría por sus altos costos; un modelo de educación superior en el que cualquier estudiante universitario clase media o baja debe endeudarse por dos décadas para pagar su carrera; un modelo de privatización del agua que la entrega a perpetuidad a particulares cancelando el derecho humano a ese elemento. Al final, nada muy diferente de lo sucedido en Argentina, Colombia, Nicaragua o México. Por eso la gente protesta, se enoja, canta y aplaude. Algo no embona en Chile ni en el resto de América Latina.

Oximoronas. Salman Rushdie, el escritor indio-Inglés estuvo en Oaxaca en días pasados. Ahí se dijo migrante -salió de India a los 14 años, vivió después en Reino Unido y actualmente en Nueva York. Rushdie expresa con convicción y -diríamos aquí, con sabiduría y serenidad-: La migración ha creado “al mundo moderno, porque en cada ciudad podemos ver cómo ha nutrido a la población, esa es la realidad del mundo. No vivimos aislados, ni en una cajita, sino que ahora hay mucha más diversidad y eso no va a cambiar, así que más vale que nos acostumbremos”. Insisto, sabio Rushdie.

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