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A patadas / La Feria

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Sr. López

Tía Cuqui (tía abuela, Refugio de nombre), vivió en Autlán hasta hacerse vieja y cuando enviudó, vendió casa, rancho, ganado y perico (que dejó allá por no cambiarlo de clima y que vendió muy bien porque era muy platicador), y se fue a la Ciudad de México. Compró una casita en la colonia Roma y a la hora que llegara cualquiera, estaba siempre sentada junto al radio, oyendo la “W” y tejiendo; a este menda le parecía una Sarita García. Gente de rancho, jamás cerraba la puerta de su casa y en poco tiempo ya era la adoración de la cuadra entera porque -gente de rancho-, no se quedaba niño sin dulce ni vecina sin tamal o algo para el recalentado. Sus hijos y toda la familia le recomendaban que echara cerrojo a la puerta. La abuela Elena (prima suya), sonriendo decía que no tuvieran pendiente, que ella se sabía cuidar. Era cierto, tanto que una vez se metieron dos tipos -contado por ella-, uno con un cuchillo cebollero y el otro con una “pistolita” -así dijo ella-, diciendo majaderías y amenazándola con que era un asalto, y ella poniendo el tejido a un lado, les dijo que mejor se fueran, pero como se le quisieron acercar, les soltó varios balazos a los pies, con la 45 que siempre traía bajo las faldas con cartucho cortado “como nos enseñó papá” -así dijo ella-. Este menda, apenas púber, asombrado le preguntó si no se había asustado: -¿De qué?… para cabrones, en el pueblo -así dijo ella.

 

Después de todas las metidas de pata del tal Trump con lo del atentado en Charlottesville, Virginia, pues insiste en querer atenuar la responsabilidad de sus autores, supremacistas blancos, racistas kukuxkuleros, nazis de pacotilla -que él admira como buen egresado de las Academias Arpaio-, y más aún por la inmensa estupidez que dijo ayer, al sugerir que en España deberían asesinar a los detenidos por el atentado en Barcelona (tuiteó: “Estudien lo que el general estadounidense Pershing le hacía a los terroristas cuando los capturaba. ¡No hubo más terrorismo islamista en 35 años!”; refiriéndose a la falsa leyenda  que él mismo contó en febrero de 2016 en Carolina del Sur, en un mitin de su campaña electoral, de que supuestamente Pershing, en la guerra filipino-estadounidense (1899-1902), capturó 50 musulmanes en Filipinas y mató a 49 con balas bañadas en sangre de cerdo, dejando  a uno vivo para que lo contara a los suyos, pues el Corán prohíbe cuatro veces a los musulmanes comer cerdo; ocasión en que agregó: “(…) más vale que comencemos a ponernos duros y más vale que comencemos a ponernos vigilantes y a usar nuestras cabezas, o no vamos a tener un país”).

 

Bueno, a raíz de todo esto se ha vuelto a desatar la paroica comparación entre Trump y Hitler… y eso es muy lejano de la realidad.

 

El mismísimo presidente de México, Enrique Peña Nieto, si puede usted creerlo, hizo alguna alusión respecto al parecido que encontraba entre Trump y Hitler (AFP, 7 de marzo de 2016, refiriéndose a los discursos incendiarios de Trump en campaña, dijo: “(esa) retórica estridente (ha provocado) escenarios muy fatídicos (sic) así llegaron Mussolini y así llegó Hitler…”). Órale.

 

Es del todo equivocada la comparación. En primer lugar, porque Hitler no era estúpido, era malo, malísimo, pero no un imbécil; en segundo lugar, porque si la ignorancia doliera, Trump se gastaba todo su dinero en analgésicos, a diferencia de Hitler, que fue un devorador de libros y estudioso de filosofía (Kant, Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger, entre otros), el peor hombre, sí, pero no un salvaje frívolo (si le interesa el asunto, busque “Los filósofos de Hitler”, de Yvonne Sherratt, Universidad de Yale, editorial Cátedra); en tercer lugar porque Trump es un junior bravucón, patán de patio de escuela, y Hitler era un asesino despiadado.

 

También es del todo equivocada la comparación porque a diferencia de Trump, Adolf Hitler sí hizo en el poder desde el mero principio, lo que dijo que iba a hacer, a costa de matar o amenazar, pero todo cumplió, en tanto que el setentón Trump, ya se da por bien servido con que no le quiten el celular para seguir tuiteando (y la renegociación del TLC no va a salir como él cree, entre otras cosas porque México, Canadá y el gran capital yanqui, saben que el principal perdedor si se cancelara el Tratado sería EEUU, y si alguien amenaza a otro con darse un tiro en su propio pie… pues).

 

Otra gran diferencia es que en la Alemania nazi el Parlamento (Reichstag), aprobó desde 1933, la “Ley habilitante”, que otorgó al Canciller (Fito Hitler) y a su gabinete, poderes para aprobar leyes por sus calzones (la Ley lo dice bonito, pero fue eso), evaporando la república y la Constitución. (Trump hace pucheros).

 

Y de remate: Hitler tenía a sus órdenes al Poder Judicial, gracias a la aplicación práctica de las ideas de filosofía del Derecho de Carl Schmitt (teoría del Estado Total), lo que significaba en pocas palabras que Hitler era lo que no es ni será  jamás Trump: un dictador.

 

A quien sí se parece el Trump es a Herbert Hoover (presidente de los EEUU del 4 de marzo de 1929 al 4 de marzo de 1933), arrogante republicano, férreo defensor de los intereses del blanco anglosajón y la Ley Seca, hizo su campaña prometiendo frenar la inmigración, para proteger a los agricultores y poner aranceles a la importación, según él para proteger a los obreros. Lo grave fue que sí hizo ambas cosas:

 

Implantó el “Programa de Repatriación Mexicana”, en 1930, en la práctica un operativo de expulsión forzada mediante redadas policiales tan bárbaro que en 2005, California aprobó la “Ley de Disculpa por el Programa de Repatriación de 1930”.

 

También cumplió con lo de los aranceles (Ley Smoot-Hawley), después del crac de 1929 de la Bolsa, lo que metió a su país en la Gran Depresión, porque el resto del mundo le respondió poniendo aranceles a los productos yanquis (que alguien le explique al Trump), cayendo en picada sus exportaciones.

 

Y tal vez resulte que Trump es idéntico al Hoover, porque Hoover no ganó la reelección: lo echaron a patadas.

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