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1994: La serie y su encantador de serpiente / Galimatías

1994: La serie y su encantador de serpiente / Galimatías
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Ernesto Gómez Pananá

Esta semana recién se estrenó en Netflix el documental seriado “1994”, dirigido por Diego Osorno.

Visualmente, el producto es magistral. Extraordinario. Igualmente lo es su narrativa: fluida, ágil, entretenida. Dan ganas de ver los cinco capítulos uno tras otro. Engancha. Sin duda hay que verla.

Pero más allá de eso, hay -en opinión de este diletante columnista- un elemento subyacente al que hay que atender. Me refiero al personaje central de la docuserie, el origen de todos los males modernos de nuestro país según muchos, el padrino de padrinos para otros , incluso el chupacabras para otros tantos. Me refiero a Carlos Salinas de Gortari.

La serie, no hay que ser adivino para suponerlo, borda alrededor del levantamiento del Ejército Zapatista y el asesinato de Luis Donaldo Colosio. El guión seguramente resulta entretenido e incluso ilustrativo para los menores de 30 años. Para quienes vivimos ese año ya como adultos, hay en realidad poca información nueva. En todo caso es una especie de resumen cinematográfico en el que el narrador central es, oh sorpresa! el expresidente Salinas.

Salinas nos cuenta de cómo conoció a Colosio, de su relación juvenil con Camacho, o del papel de Zedillo en la campaña.

Nos cuenta también de cómo decidió su sucesión, de cómo atemperó a Camacho, de cómo vivió el dolor de la muerte de Luis Donaldo y desde luego, nos cuenta su versión sobre el amanecer del 1 de enero de ese año. Nada realmente nuevo. En mi opinión, demasiados reflectores para un narrador que en la “amable colaboración” con el proyecto inocula su objetivo central, consigue abonar a lo que ha sido casi una obsesión de vida: pasar a la historia, lavar su imagen, reivindicarse como el personaje que asume ser: una especie de mano que mueve la cuna de la política mexicana.

Luego de ver la docuserie completa, uno puede terminar hipnotizado por Salinas. Lo odia -o lo ama- pero es hipnotizado por su narración. Nunca un expresidente de nuestro país tuvo los micrófonos y los espacios mediáticos que Salinas ha logrado. Nunca. Nadie. Ni Echeverría, ni López -Portillo-, ni De La Madrid. Tampoco Zedillo ni tampoco los panistas. Salinas si. De Salinas no se ha dejado de hablar ni el ha dejado de incidir en la política mexicana. Qué más pruebas que su sobrina presidiendo el PRI nacional o su hermano exonerado y con sus millones de vuelta recientemente.

No se trata en modo alguno de censurar, pero si -es mi percepción- de estar consciente de que en el favor de conceder la entrevista, va el veneno de obtener micrófono y exposición para seducirnos de nuevo. El genio de genios del encantamiento político.

Por lo demás, no deja de resultar irónico que esta especie de reivindicación salinista se dé justamente en tiempos de gobierno morenista. Vaya ironía.

Oximoronas: Nueva programación en canales 11 y 22. Producciones de farándula política con conductores de la 4a T, Ackerman, Berman y Gómez Bruera. No está mal, tampoco necesariamente bien. Las cosas son así, independientemente del color.

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